Entendiendo el Concepto:
Para entendernos, lo primero que hemos de hacer es aclarar el concepto “composición corporal”. Este término hace referencia a la representación (normalmente porcentual) que tiene cada uno de los distintos “materiales” de los que estamos hechos, en nuestro organismo. Es decir, que porcentaje de nuestro peso total es grasa, masa muscular, masa ósea y/o masa hídrica.
Lo que nos interesa…
Aunque el contenido hídrico y la densidad mineral ósea son, por supuesto, relevantes en muchos aspectos tanto de la salud como del rendimiento físico y deportivo, en esta entrada pasaremos por encima de estos dos aspectos y nos centraremos en los que, a priori, nos interesan de cara a influir sobre el componente estético de nuestro físico. Estos serían los porcentajes de grasa y masa muscular.
A menudo, cuando buscamos mejorar nuestra estética corporal, nos centramos en el peso total, sin embargo, este factor no siempre va a resultar relevante. La densidad del tejido graso es menor que la de la masa muscular, por tanto, si un sujeto reduce su porcentaje de grasa corporal mientras que aumenta su masa muscular, podría mantener el mismo peso total y sin embargo haber reducido su volumen corporal y haber mejorado su composición corporal. Con esto, tratamos de haceros entender que reducir el peso total puede no ser un objetivo interesante, puesto que lo que realmente interesa es el cambio porcentual de los distintos componentes orgánicos.
Cómo conseguirlo:
Es demasiado común coincidir con un amigo y que te pregunte “oye, ahora que viene el verano y hay que ponerse a tono para la playa, ¿qué hago para bajar un poco de peso?”. La respuesta “sencilla y concisa” a esta pregunta sería: “tienes que generar un balance energético negativo”. Sin embargo, que esta “sencilla” respuesta implica una serie de acciones y procesos no tan sencillos, aunque intentaremos transmitíroslo de la forma más concisa posible.
Generar un balance energético negativo significa conseguir que la cantidad de energía que tu cuerpo consume sea superior a la cantidad de energía que le aportas. De este modo, podríamos simplificar la cuestión a “come menos y/o muévete más”, pero sinceramente, esto es una reducción al absurdo de la cuestión. Existen decenas de factores que afectan a este balance energético (edad, comportamientos, composición corporal previa, composición de la dieta, metabolismo, medicamentes, distintos componentes genéticos y hormonales, actividad diaria, ejercicio físico…). Muchos de estos factores son difíciles de controlar o incluso de valorar, sin embargo, hay algunos sobre los que podemos influir de forma relativamente sencilla para conseguir una serie de resultados que, en la mayoría de los casos, son más que suficiente. Estos serían la dieta y la actividad física.
Desde STMove, tratamos de abordar el control de la composición corporal desde ambos puntos, ingesta y gasto energético.
La realidad es que la gran mayoría de la población lleva vidas eminentemente sedentarias y una estructura alimenticia altamente deficitaria. Este segmento de la población debe empezar por concienciarse de mejorar sus hábitos de vida. Esto comienza por aumentar las horas de “actividad física no programada” (toda actividad diaria fuera del entrenamiento: subir las escaleras vs ascensor, desplazarse caminando vs transportes motorizados, etc) y buscar asesoramiento profesional para mejorar su alimentación y realizar un programa de actividad física adecuadamente programado. En STMove podemos ayudaros gracias a nuestro equipo de nutricionistas y entrenadores.
Esa otra parte de la población que trata de controlar su alimentación, seguir modelos de vida activos y realizar actividad física, ya está en el buen camino. Tiene la voluntad para conseguir sus objetivos. Lo que necesita ahora son las herramientas adecuadas. En STMove podemos ayudarte a transitar ese camino de la forma más segura y eficiente posible, asesorándote para que puedas llevar unos hábitos nutricionales adecuados y realices una actividad física lo más sana y eficiente posible para tus condiciones y objetivos concretos.
Un par de pinceladas de realismo:
Está más que demostrado el potencial de la actividad física para lograr cambios estéticos o estructurales y de la composición corporal. Mejora del perfil lipídico y glucémico, aumenta la masa muscular, reducción del porcentaje de grasa corporal… Sin embargo, hagamos las cuentas:
*Una semana tiene 168h.
*Siendo muy optimistas, pensemos que el usuario medio de actividad física entrena 3 días/semana en torno a (insisto, siendo optimistas) 1h-1h30’.
*Este mismo sujeto, sin embargo, realiza, de media 4-5 comidas diarias, que equivalen a 28-35 ingestas semanales, sin contar los “picoteos entre horas”, los “refrigerios sociales”, etc.
Con estas cuentas delante, si enfrentamos la cantidad de sesiones de actividad física al número de ingestas no parece ser una “competición” muy equilibrada. Visto así, parece lógico pensar que, actuando sobre la dieta, el potencial de acción será mayor, al menos en cuanto a “volumen” o “cantidad” de impacto.
Esto no significa ni mucho menos que la dieta deba predominar en importancia frente a la actividad física, puesto que los cambios de composición corporal logrados con una sola de las dos herramientas, podrán acarrear efectos secundarios no deseados para la salud y/o el rendimiento, así como limitar la efectividad y eficiencia del proceso.
Lo que pretendemos hacer entender con esta conclusión es que, si se pretenden cambios notables, en un tiempo relativamente breve, maximizando los resultados tanto estéticos como para la salud, reduciendo los efectos secundarios y pretendiendo que estos cambios se perpetúen en el tiempo, han de atacarse ambas vías de intervención y desde STMove nos encargaremos de programar, cuantificar y supervisar la actividad física así como de programaros una adecuada estructura de alimentación, pero, sobre todo en esta segunda parte que necesariamente ha de ser de suma importancia, vuestra implicación será lo que verdaderamente marque la diferencia.