En esta entrada de blog pretendemos daros un enfoque integral desde la fisiología de uno de los temas que más nos preocupen en la sociedad actual, como es la pérdida de peso.
Las cifras de sobrepeso y obesidad tanto infantil como adulta en nuestra sociedad son alarmantes, así como lo es también la previsión de su incremento. La problemática que genera esta condición de sobrepeso u obesidad nada tiene que ver con la desviación de los cánones estéticos socialmente aceptados. El peligro de estas condiciones morfológicas es el enorme riesgo que supone para la salud de la población.
La mayor pandemia que asola a nuestra población en nuestra era es lo que se conoce como “Síndrome Metabólico” (SM). Esto es el conjunto de patologías o comorbilidades asociadas a las conductas de sedentarismo y mala alimentación que están más que arraigadas en nuestra sociedad y que suponen la más absoluta desviación de nuestro organismo de su contexto evolutivo de función (ingesta intermitente, variada y basada en alimentos naturales combinada con un estilo de vida absolutamente activo). La idea subyacente es muy sencilla: el diseño evolutivo de un organismo tiene una serie de objetivos o finalidades vitales y cuanto más nos desviamos de ella más condenamos al organismo a deteriorarse, dañarse, presentar fallos de funcionamiento y proliferar en la enfermedad.
Este SM cursa con un compendio de patologías como son el sobrepeso o la obesidad, diabetes tipo II, hipertensión, hipercolesterolemia, resistencia a la insulina y a la leptina, sarcopenia y/o riesgo de enfermedad cardiovascular y respiratoria amen de otros diversos desequilibrios hormonales asociados a distintas patologías de carácter endocrinológico.
Presentada la problemática, vayamos a la raíz del problema: tenemos una ingesta calórica desproporcionada y de terrible composición combinada con una total carencia de movimiento. Esta combinación lleva a nuestra población al sobrepeso y obesidad y con el tiempo al desarrollo del resto de las comorbilidades asociadas.
Tradicionalmente y según muchas, quizás demasiadas, corrientes de pensamiento hasta la fecha, el enfoque para combatir esta condición ha sido eminentemente el buscar una restricción calórica. La evidencia científica ha demostrado que, en términos generales, esta es la forma más rápida de conseguir una reducción rápida y cuantiosa del peso corporal. Sin embargo, miremos un poco más allá:
*Tenemos un sujeto con sobrepeso u obesidad (enfermedad 1).
*Este sujeto presenta un alto porcentaje de probabilidades de desarrollar otras comorbilidades asociadas con el paso del tiempo, la primera y más probable, diabetes tipo II (enfermedad II).
*Cuando sometemos a un sujeto a una restricción calórica importante, el tejido adiposo y muscular, que son mucho más que simples reservorios energéticos o sistemas de movimiento sino que cumplen funciones como órganos endocrinos, o paracrinos, el organismo sufre una serie de cambios entre los que encontramos, por supuesto, la pérdida de grasa, pero también la de masa muscular. Esta situación nos supone el poner remedio a una enfermedad (sobrepeso u obesidad) y generar otra como puede ser la “sarcopenia” (enfermedad 3: pérdida de masas muscular y correspondiente fuerza).
*Ahora tenemos un sujeto con, igualmente, dos enfermedades (diabetes y sarcopenia) al menos de forma potencial, sólo que una de ellas es distinta.
Visto así, quizás enfocar las pérdidas de peso de forma inicial desde la restricción calórica, no sea la mejor idea del mundo. Veamos ahora otro enfoque distinto:
*Tenemos una vez más a nuestro sujeto con sobrepeso u obesidad que potencialmente desarrollará una diabetes tipo II (dos enfermedades).
*Conseguimos mejorar la calidad biológica y estructura de la alimentación de este sujeto.
*Mejoramos sus hábitos de vida saludable consiguiendo que tenga un estilo de vida más activo (aumento de su gasto calórico).
*Entrenamos al sujeto en trabajo de fuerza aumentando sus niveles de fuerza y masa muscular. El sujeto se vuelve más fuerte, ágil, capaz, gasta más por el mero hecho de estar vivo, consigue generar una mayor cantidad de movimiento gracias a sus mayores niveles de fuerza y por tanto aumentar aún más su gasto.
*En cuanto a las funciones paracrinas del sistema músculo esquelético, cuando este mejora de forma cuantitativa y cualitativa, sus funciones hormonales lo hacen también y su impacto sobre la movilización y consumo de ácidos grasos, resistencia a la insulina y la leptina amen de otros muchos efectos positivos, empiezan a tomar fuerza.
*Con este enfoque, actuando sobre el músculo para tratar esa enfermedad que es el sobrepeso u obesidad, conseguimos atacarla a ella y además a la diabetes y sarcopenia potenciales, resultando en un sujeto con CERO enfermedades.
Todo lo aquí expuesto tiene una base absolutamente fisiológica y una ingente cantidad de evidencia científica para soportarlo que no es nuestro objetivo resaltar aquí puesto que la función de estas entradas de blog es meramente divulgativa y pretende aportar un conocimiento sencillo y accesible a todo el público, pero les garantizamos que, con poca investigación, podrán encontrar respaldo a todo lo que les contamos o leyendo/escuchando a algunos de los fisiólogos más reputados del mundo.
La sencilla conclusión de este tema es que necesitamos el movimiento para estar sanos, más concretamente, necesitamos trabajo para nuestros músculos, puesto que ellos son nuestro motor y sistema de locomoción pero también son unos de los principales encargados de proteger y mantener sanos al resto de nuestros tejidos, siempre y cuando su cantidad y función sean suficientes y adecuadas.
Nos vemos pronto 😊
Wau! Chapó! Y doy fe, es lo q me está pasando a mí! Gracias a vosotros!